martes, 21 de septiembre de 2010

Nunca terminé de entender por qué leía u oía con relativa frecuencia casos de abusos sexuales en ambientes revolucionarios, progresistas, o del “royo”, es decir, teóricamente más conscientes en tema social y feminista; hasta que lo tuve ante mis ojos.

Es a mediados de siglo XX y en adelante cuando da comienzo una revolución sexual en la que la sociedad empieza a cuestionarse la rigidez de la moral sexual hasta el momento, se empieza a hablar de temas y comportamientos sexuales con naturalidad, sin ser tachados de tabú. El “amor libre” rompe con la estructura tradicional de pareja, comienza la búsqueda en el ejercicio del placer sexual y se replantea la “heteronormalidad”. El respeto y la sinceridad entre ambas partes de la pareja son la clave para la camaradería afectiva en el ejercicio del amor libre, y éste, principio fundamental para el cambio social. La revolución sexual es un hito para el feminismo y la libertad sexual de la mujer, tan reprimida y devaluada anteriormente.

Pero en la práctica, la mayoría de las personas siguen teniendo sexo esporádico en discotecas donde una enseña muslo y otro mete mano, y durante el día, chico liga a chica al modo tradicional de bombones, rosa y corcel; de chica bonita, frágil e indefensa busca hombre protector y competente que la saque a pasear. Pero si nos situamos en el ambiente hippy-punki-guay-progre-revolucionario (no omitan retintín), nos encontramos con que la mujer no es el sexo débil y no necesita el rol protector masculino, se busca la igualdad entre los sexos y se predica el amor libre; en teoría. Esto da lugar a que, en vez de conseguir el respeto pleno, admiración y ternura entre los sexos, se hace lucrativa y se malogra esa “libertad sexual”, lo que lleva a situaciones extremas, aunque no por ello dejan de ser cotidianas, como los abusos sexuales y violaciones. Y para que nadie se asuste por el término, violar significa, citando a la RAE: tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad o cuando se halla privado de sentido o discernimiento. Las contradicciones abundan y la coherencia escasea, o monjas o putas, nosotras preferimos brujas.

Para poder llegar a la libertad sexual hay conocer el respeto y parece que esto, a los machos alfa hippie-guays no les queda muy claro.

3 comentarios:

  1. Buen post.

    Entiendo que quieres culpar a la gente "consciente" de aprovechar su aparente buenrollismo y entendimiento para conseguir lo de siempre, lo más llano de forma sucia. La verdad es que no sé que es peor, saber que hay un hijo de puta que quiere vejarte, o creer que no hay tal hijo de puta (siendolo) y que quiere mimarte. En fin, no me parece que el rentintín para con ese largo grupo de personas que describes sea demasiado acertado, pues presumo que es parte de una pequeña experiencia tuya, y no critico un mal escrito, sino uno bueno un poco manchado por la rabia puntual. (Creo)

    Siga así

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  2. Gracias por el post! Ser hippie-progre-punki no te hace automáticamente una persona feminista (o igualitaria) y en esto no se piensa. ¿Por qué? Porque no interesa. Hay una diferencia muy importante: no es lo mismo ser progre y juntarse para criticar a los conservadores (los otros), q ser progre y tener q criticar tu propio machismo. Esto último es mucho más incómodo y por eso no se hace.

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